El cristiano y el mundo
en conflicto
Declaración de posición
de SEDIN
El cristiano, el mundo en conflicto y el anuncio de la
reconciliación con Dios
¿Cómo debemos actuar los cristianos en medio de este
mundo en conflicto?
Como cristianos, nos encontramos en un mundo sumido en
conflictos constantes. Jesús habló de guerras y de rumores de guerras. Tenemos
también la cruda realidad de un pueblo, el de Israel, que, conforme había sido
profetizado, rechazó a Jesús como su Mesías, y que conforme ha sido profetizado
será restaurado nacionalmente en su remanente en la Segunda Venida de Cristo,
cuando se cumplirá la oración que el Señor enseñó a las ovejas de la casa de
Israel en los días de Su ministerio terrenal: «Venga tu Reino». Este es el
Reino anunciado a lo largo de todo el Antiguo Testamento, y también en el
Nuevo, y que se refiere a la culminación de los propósitos de Dios en, con y
para Jesucristo, cuando en Su venida introducirá el Reino de Dios sobre la
tierra en justicia y paz (Salmo 2, Salmo 50, y tantas otras Escrituras).
Los cristianos e Israel
Sin embargo, respecto a Israel en el tiempo presente, y como nos
recuerda el apóstol Pablo, «en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de
vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres»
(Romanos 11:27). Una lectura atenta de Romanos 9–11 no deja lugar a dudas
acerca de que hay una futura restauración nacional de Israel al favor de Dios y
en el disfrute final de la tierra que Dios les prometió, más allá de la
dispensación actual de la iglesia en cuyos comienzos, como reconoce Santiago en
Hechos 15, «Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos
pueblo para su nombre» (con la conversión de Cornelio y los suyos, no siendo
introducidos como prosélitos judíos, sino en la libertad cristiana respecto a
la Ley y a las instituciones de Israel, como posteriormente fue el caso también
de los creyentes en Antioquía y por todos lados donde se había predicado el
evangelio en medio de los gentiles). La fraseología es interesante, en tanto
que Pedro, al defender la salvación de los gentiles por la fe en Jesucristo,
refiriéndose a la libertad de los mismos frente a los que querían imponerles la
observancia de la ley, dice taxativamente:
«Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz
de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido
llevar? Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual
modo que ellos.» (Hechos 15:10-11).
Observemos: No dice que los gentiles serían salvos como los judíos, sino que: «seremos
salvos, de igual modo que ellos». Afirma que los judíos que creyesen serían
salvos del mismo modo que los salvos entre los gentiles. Es decir, sin el yugo
de la ley.
La realidad es que, frente al rechazo de Jesús por parte de
Israel, Dios conforma la iglesia como un pueblo celestial dejado como peregrino
en la tierra para testificar de la gracia de Dios para todos sin ninguna diferencia
en este tiempo de rechazo de Israel. La Iglesia no es el Reino, sino que la
Iglesia es el cuerpo y la esposa de Cristo. Tiene una vocación y un puesto que
no sustituye a Israel, sino que le es propio en aquel secreto de Dios que ha
sido ahora revelado.
Las Escrituras del Antiguo Testamento están repletas de promesas
de restauración final al Israel rebelde y apartado, basado en la fidelidad de
las promesas de Dios a Abraham. En medio de los anuncios de duros juicios por
los pecados de la nación y de dispersión universal (no meramente a Babilonia),
tenemos las promesas de una reunión final del remanente de esta misma nación
para un asentamiento definitivo y seguro en la tierra que Dios dio a Abraham y
a su descendencia, una restauración de una nación congregada alrededor de su
Mesías en justicia y paz PARA SIEMPRE. Véase, p. ej., Deuteronomio caps. 29 y
30, etc.; Jeremías 30 y 31, etc., Ezequiel 37, etc., así como el
incontrovertible pasaje de Romanos caps. 9 a 11. ... Los cristianos deben guardarse muy
mucho del espíritu antisemita que se respira contra Israel. Esta nación es
fundamental para el plan de salvación de Dios para la tierra, que cubre no sólo
la redención por la sangre de Cristo, que es el fundamento de tal salvación,
sino todos los diversos aspectos de la salvación, incluyendo la instauración
del Reino en la tierra, centrado en Jerusalén, con bendición para Su pueblo
Israel, como también para Egipto y Asiria (Isaías, cap. 19, final) y para las
naciones. Frente a esto hay una gran corriente de hostilidad de las naciones
que va creciendo. Es mediante esta creciente hostilidad que Dios atraerá a
todas las naciones de la tierra para la futura gran batalla contra Jerusalén
(Zac. 14) previa a la manifestación en gloria del Señor Jesús.
Así, Israel tiene un futuro nacional. Pero la salvación viene
por el conocimiento personal de Jesús de Nazaret como el Hijo de Dios y
Salvador. En el presente, todos los que llegan a la salvación llegan a la misma
por el conocimiento salvador de Jesús: «El que cree en el Hijo tiene vida
eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de
Dios está sobre él.» (Jn. 3:26).
¿Cuál es el papel de los cristianos ante los judíos? El mismo
que para todos los hombres en el actual estado de cosas. Llegará un futuro en
que el remanente de la nación reconocerá colectivamente a Jesús, cuando «verán
al que traspasaron», y entrarán en el Reino como el pueblo de Dios que recibirá
todas las promesas anunciadas, y como centro de bendición para todas las
naciones que serán salvas. Pero ahora, los que creen de entre los judíos deben
asumir el llamamiento y el puesto de la iglesia bajo el bautismo de Cristo, y
oír la exhortación de la Epístola a los Hebreos: «Salgamos, pues, a él, fuera
del campamento, llevando su vituperio» (He. 13:13), para andar en el propósito
de Dios para los suyos HOY, que es la Iglesia, el cuerpo de Cristo, en su
vocación celestial, que no terrenal.
Los cristianos y el islam
Históricamente el islam surge de un mundo parcialmente cristianizado,
con un fuerte componente pagano e influencias judías. Y la predicación de
Mahoma recibe influencias de esas fuentes. Esencialmente, se trata de un
movimiento herético, que es consecuencia de la apostasía de la cristiandad, que
se había atribuido ser aquello que no era: el Reino de Dios. Una cristiandad
que había abandonado casi en bloque la salvación por la gracia mediante la fe,
y se había hundido en un sistema sacramental, y en el culto a María; había
sectores de la cristiandad egipcia que contemplaban la Santa Trinidad en el
cielo como compuesta por el Padre, el Hijo, ¡y María como vaso especial del
Espíritu Santo!
Un principio fundamental para los seguidores de Mahoma es que
Dios NO TIENE HIJO, y consideran que la creencia en el Hijo de Dios es una
blasfemia. Por otra parte, participan de todo un sistema de justicia propia
para alcanzar la salvación, con todo un sistema de obras que deben realizar
para llegar a su cielo, tan distinto del concepto bíblico del mismo. Pero es
cosa cierta que uno no puede extrañarse del rechazo que hacen los seguidores de
Mahoma de esta clase de cristiandad, y su insistencia en que Dios, que es
espíritu, no tiene Hijo. Ellos contemplan tla doctrina de la Trinidad y de la
Encarnación desde una óptica muy distinta, como un concepto pagano de un dios
uniéndose a una hija de los hombres para tener descendencia. ... Podemos
afirmar que el islam surge como un fruto de la descomposición del cristianismo,
que había abandonado mayoritariamente la fe en su contenido y en su esperanza,
ya en los siglos quinto a séptimo d.C.
En la actualidad, el islam está resurgiendo con gran fuerza para
reemprender la misión que considera divina: la conquista y subyugación del
mundo. Esto conlleva la persecución, a menudo la muerte cruel, para todos
aquellos que no se pliegan a su dominio. De modo particular, los cristianos son
objeto de los tratos más crueles, y de estas realidades los medios de
comunicación apenas se hacen eco. Por otra parte, las persecuciones contra los
cristianos no surgen sólo del islam, sino también de aquellos regímenes que
divinizan el estado, encarnado o no en alguna personalidad, como en Corea del
Norte, en China, etc., que demandan una lealtad total que un cristiano sólo
puede dar a Dios.
Pedro nos dice en su primera carta, capítulo 4, vv. 12 a 18:
12Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha
sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, 13 sino gozaos
por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también
en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. 14 Si sois
vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso
Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es
blasfemado, pero por vosotros es glorificado. 15 Así que, ninguno de
vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo
ajeno; 16 pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino
glorifique a Dios por ello. 17 Porque es tiempo de que el juicio comience
por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de
aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? 18 Y: Si el justo con
dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador? 19 De
modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al
fiel Creador, y hagan el bien.
La vida y el testimonio de los cristianos en este
mundo malo
¿Cuál debe ser pues nuestra actitud? Los hombres necesitan al
Señor Jesús como Salvador. Hay un tiempo prefijado en el que Jesús ha de
juzgar.
1. El juicio del individuo tras la muerte.
«Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y
después de esto el juicio» (Hebreos 9:27).
Ante este hecho, debemos llevar a todos el conocimiento de las
Buenas Nuevas del perdón que Dios ofrece en Su amor por medio de Jesucristo,
que se dio a Sí mismo el justo, por nosotros los injustos, para llevarnos a
Dios.
2. El juicio de las naciones en la venida de Jesucristo, donde
los vivos serán juzgados según el trato dispensado a los testigos de Cristo
durante el tiempo anterior a Su venida:
«31 Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los
santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, 32 y
serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los
otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. 33 Y pondrá las
ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. 34 Entonces el Rey
dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino
preparado para vosotros desde la fundación del mundo. 35 Porque tuve
hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero,
y me recogisteis; 36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me
visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 37 Entonces los justos le
responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o
sediento, y te dimos de beber? 38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te
recogimos, o desnudo, y te cubrimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en
la cárcel, y vinimos a ti? 40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto
os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a
mí lo hicisteis. 41 Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos
de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me
disteis de beber; 43 fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo,
y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. 44
Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos
hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te
servimos? 45 Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en
cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.
46 E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»
3. El juicio final ante el Gran Trono Blanco, de todos los
perdidos, que son levantados para comparecer ante Jesucristo:
«11 Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de
delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para
ellos. 12 Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los
libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la
vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los
libros, según sus obras. 13 Y el mar entregó los muertos que había en él;
y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron
juzgados cada uno según sus obras. 14 Y la muerte y el Hades fueron
lanzados al lago de fuego. Ésta es la muerte segunda. 15 Y el que no se
halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.»
Ante todo esto, la actitud de los cristianos, de la iglesia, en
este tiempo presente, debe ir regida, desde un conocimiento informado de la
realidad en que vivimos, por la siguiente amonestación de la Palabra de Dios en
la 1 Epístola de Pablo a Timoteo, capítulo 2, vv. 1-8:
1 Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones,
peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; 2 por los reyes
y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente
en toda piedad y honestidad. 3 Porque esto es bueno y agradable delante
de Dios nuestro Salvador, 4 el cual quiere que todos los hombres sean
salvos y vengan al conocimiento de la verdad. 5 Porque hay un solo Dios,
y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, 6 el cual
se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su
debido tiempo. 7 Para esto yo fui constituido predicador y apóstol (digo
verdad en Cristo, no miento), y maestro de los gentiles en fe y verdad. 8
Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin
ira ni contienda.
El Señor tiene en Sus manos fieles el cumplimiento de Sus
promesas a Israel para bendición final en medio de las naciones que caminarán a
la luz del Señor. La misión presente de la iglesia es anunciar a todos los
hombres el amor de Dios manifestado en Cristo para salvación de todo el que
cree, por cuanto no hay diferencia, «por cuanto todos pecaron, y están
destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su
gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como
propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a
causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la
mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y
el que justifica al que es de la fe de Jesús.» (Romanos 3:23-26)
La realidad presente de las naciones en su creciente rebelión
contra todo lo que tenga que ver con Dios aparece retratada, así como su
conclusión final, en el Salmo 2. Pero en tanto que el Señor Jesús no venga en
juicio, prevalece la gracia. Y nosotros, la iglesia, debemos ser testigos y
proclamadores de esta gracia, manteniendo en todo los propósitos de Dios en
Cristo Jesús y para Su gloria y la confirmación de todo lo que Él ha anunciado
en Su palabra. Sigamos pues, con nuestra misión:
«16 De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos
según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos
así. 17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las
cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. 18 Y todo esto
proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el
ministerio de la reconciliación; 19 que Dios estaba en Cristo
reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus
pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. 20 Así
que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de
nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. 21 Al
que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos
hechos justicia de Dios en él.
1 Así, pues, nosotros, como colaboradores
suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios.
2 Porque dice: En tiempo aceptable te he oído, Y en día de salvación te
he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de
salvación. 3 No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que
nuestro ministerio no sea vituperado; 4 antes bien, nos recomendamos en
todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en
necesidades, en angustias; 5 en azotes, en cárceles, en tumultos, en
trabajos, en desvelos, en ayunos; 6 en pureza, en ciencia, en
longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, 7 en
palabra de verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a
siniestra; 8 por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama;
como engañadores, pero veraces; 9 como desconocidos, pero bien conocidos;
como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; 10
como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a
muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo.» (2 Corintios 5:16–6:10).
Aprovechemos bien el tiempo, porque los días son malos. (Efesios
5:16)
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